Málaga debe su existencia al comercio, por ello la instalación de comerciantes extranjeros en la ciudad es un fenómeno muy antiguo de difícil datación y cuantificación. Pero, tras la crisis bélica de comienzos del XVIII, los comerciantes extranjeros recuperaron sus privilegios, aumentaron su número y consolidaron su posición económica predominante. Los padrones municipales de 1776 permiten medir ese fenómeno y confirmar que, por aquellos años, se estaba llegando al punto culminante de lo que podemos considerar una instalación secular.