El familismo se puede considerar un elemento omnipresente en las economías campesinas. Se trata de una estrategia productiva que permite subordinar los fines individuales a los de la familia, convertida, como apunta Shanin, en unidad básica de propiedad, producción, consumo, reproducción social, identidad, prestigio y sociabilidad. La cultura de géneros se encarga del resto: la autoridad patriarcal realza la división sexual y generacional del trabajo e incide en el incremento de las plusvalías familiares.