Comenzó a imprimirse en el año 1933, pero lo cierto es que —si se nos permite la redenominación— el Vocabulario ilustrado andaluz, de Antonio Alcalá Venceslada (1883-1955), no se terminó de imprimir hasta 1934. Casi todos los investigadores prefieren manejar la segunda edición (Madrid, 1951) y prescinden de la que se editó en Andújar, la única con ilustraciones. La premura de tiempo y las dificultades con los plazos pudieron condicionar la espontaneidad de estos materiales. Hay grabados más complejos en los que aparecen figuras humanas (hombres, mujeres y niños), pues no le resultaba fácil describir el uso del objeto sin relación con las personas, esto es, con los usuarios. Por tanto, hay que concluir que se trata de ilustraciones con valor etnográfico y que en un vocabulario menos ambicioso no tendrían cabida. Si don Antonio Alcalá Venceslada hubiera podido culminar el proyecto en marcha de su Vocabulario proyectado en los años treinta, hoy dispondríamos de un valioso archivo fotográfico de la Andalucía dialectal, al estilo del AIS de K. Jaberg y J. Jud (Suiza).