La poesía nace siempre de una mirada; el poeta se enfrenta al mundo con curiosidad, dispuesto a descubrir y sorprenderse con lo cotidiano, a reinventar la realidad día a día. Su mirada es parecida a la de un niño que estrena el mundo y que encuentra en cada rincón un motivo para el asombro.
El poeta entrelaza objetos y palabras, establece conexiones que solo él conoce y construye un mundo diferente. Y lo hace con sonidos, con palabras escogidas para contar con precisión lo que quiere, con palabras que tienen música y se abandonan al juego de decir, que resumen un sueño, una emoción, una imagen con la brevedad que requiere el oficio.
El poeta es un niño eterno; el niño es un poeta que comienza a caminar. Camina entre palabras que le acunan, que le cantan, que ponen nombre a las cosas. Se maravilla con los sonidos y los encadena de la misma manera que comienza a dar sus primeros pasos, con audacia, experimentando y atreviéndose a avanzar.
Porque la poesía y la vida no es algo que se pueda mirar desde fuera, en la distancia. La poesía es una experiencia personal, un itinerario que va del corazón a la cabeza, que pasea por la piel y emociona más allá de lo racional. La poesía se siente y se descubre y eso es lo que vamos a hacer en el taller de “Palabras poéticas”. Volveremos a ser niños para enseñar a los niños, para que no olviden que la poesía es un juego con ritmo de latido, un camino por el que transitar las emociones , el arte de la palabra precisa.
Jugar, reír, cantar, rimar….