La historiografía del siglo XIX vinculada al cementerio inglés de la ciudad de Málaga se escinde en dos claras vertientes; la primera, integrada por la visión inmediata que emana de los diarios del cónsul fundador, William Mark,
y por las noticias inferidas de las aportaciones del Libro de defunciones del Consulado británico; la segunda, plenamente romántica, es la constituida por las dulces y nostálgicas reflexiones -en su mayoría- registradas por la pluma de los numerosos viajeros y viajeras que permanecían durante días, semanas, meses e incluso años en Málaga. Para ellos, la visita al cementerio británico llegó a convertirse en punto de encuentro insoslayable entre el viajero y la esencia de la ciudad.