La libertad de expresión, tal y como reconocen tanto organismos nacionales como internacionales no es un derecho absoluto, sino que encuentra sus límites en aquellas manifestaciones que puedan vulnerar derechos y libertades de otros ciudadanos en forma de actos discriminatorios o violentos. Uno de estos límites aparece vinculado al discurso del odio o hate speech, un discurso que busca intimidar, oprimir o incitar al odio o a la violencia hacia un blanco específico pero cuya conceptualización se pierde en la delgada línea entre la libertad de expresión y la protección de la dignidad humana de ciertos colectivos.