En esta obra, de carácter más que crítico, e histórico, se realiza una contextualización, no solo de la Escuela Moderna, sino de la situación del Estado español de su tiempo, pues la enseñanza en no pocas ocasiones se analiza con una grave carencia de sus numerosos factores determinantes, como si estuviera en un vacío, como si el Estado y el capitalismo no existieran y controlaran su sistema de enseñanza. Otra de las perspectivas desde la que se enfoca la Escuela Moderna se ciñe al centro de enseñanza. No se relata tanto la vida privada de su fundador, Francisco Ferrer Guardia -a diferencia de obras deplorables al respecto-, sino las vicisitudes históricas de su institución y los valores que intentó transmitir. Para ello se hace un extenso uso de las fuentes primarias, como por ejemplo, del propio órgano difusor del centro, el Boletín de la Escuela Moderna, y de una obra de Ferrer, cuando fue encarcelado por el Estado español por primera vez (no sobreviviría a la segunda, siendo asesinado, víctima de terrorismo de Estado), escrita entre 1906 y 1907 (publicada finalmente en 2009): los Principios de moral científica. El público interesado en la temática que trata el libro puede ser amplio, ya que no se reduce al ámbito meramente académico. Incluye a todas aquellas personas que pueden amar otra historia de la educación (una en la que no solo hay ídolos socialdemócratas, Freires, y demás, que vivieron y viven muy a gusto como intelectuales de consumo a sueldo de lo que critican -incoherencia pura, y/o vida burguesa progresista-), pero también, de modo más general, a quienes atraiga la historia del Estado español de finales del siglo XIX y principios del XX, donde se trató de asesinar toda iniciativa de cambio. La memoria histórica debe llegar mucho, mucho antes de 1936, así como el recuerdo, vivo, de todas las víctimas del Estado y del capital. La Escuela Moderna, aún hoy, lo es.