La nada de Eckhart, la de un vacío pleno y luminoso, es la garante de una nueva ontología no basada en las palabras, sino en lo imaginal y en la experiencia sobrenatural. La naturaleza es un nivel, un símbolo, pero lo Real se despliega ante sí. Emana y alumbra y, según Eckhart, solo puede hacerlo lo divino16 . Los entes solo pueden recibir esa luz y saber que está. La búsqueda y la ascensión es la parte más agreste del camino, pero la única que nos hace liberarnos de la fantasía de que podemos crear, alumbrar y disponer. Nosotros, por nosotros mismos, nada podemos hacer. Solo dejarnos subsumir por la luminosa nada.