El problema de la identidad es central para la transferencia epistémica. Sin embargo, la identidad relativa parece ser la única manera de elaborar una noción epistémica útil de identidad. La identidad relativa, por su parte, o bien es parásita de la identidad estricta o no es identidad en absoluto. Si, por el contrario, buscamos un concepto estricto de identidad capaz de satisfacer los requisitos significativos del término, terminamos con una categoría tautológica y epistémica sin valor. El artículo proporciona una respuesta a este problema que, si bien trabaja con una noción estricta, muestra cómo ésta aún podría servir a propósitos epistémicos. Al hacerlo, indica cómo una reconstrucción formal de nuestro mundo objetual y las identidades a las que usualmente nos referimos nos aporta un modelo viable sobre cuya base nuestro desordenado mundo epistémico adquiere estabilidad. El artículo se centra principalmente en la discusión de Geach-Quine sobre la identidad.