El capítulo de libro aborda las transformaciones de la administración tributaria de la Corona de Castilla durante las primeras décadas de gobierno de la dinastía Trastámara. Entre ellas, destacan el paso de una gestión directa controlada por oficiales reales como el mayordomo mayor o el tesorero mayor a otra delegada, basada en la coordinación de la licitación por los contadores mayores en colaboración con municipios y agentes fiscales y la supervisión de la recaudación y redistribución del producto obtenido. Estas transformaciones implicaron cambios más amplios en la gobernanza de la hacienda pública, como la definición de la jurisdicción tributaria, que tuvieron un fuerte impacto en el desarrollo coetáneo del estado castellano.