La tendencia, afortunadamente cada vez más en declive, de querer ver en los testimonios literarios de la Antigüedad como una suerte de “Biblia” a la que acudir para reconstruir una imagen precisa, inequívoca y atemporal de las realidades étnicas presentes en la península ibérica y sus respectivas plasmaciones geocartográficas ha llevado a forzar los datos, descontextualizándolos. El recurso a tachar de compilador o simple transmisor a determinados autores o la proyección de esquemas de nuestro presente para intentar comprender realidades del pasado han sido utilizados, en más ocasiones de las deseadas, para explicar las incongruencias o los errores en los que incurrieron los distintos autores que volvieron su mirada hacia el extremo occidente. El libro que el lector tiene entre sus manos es un intento de romper, de manera definitiva, con este planteamiento epistemológico que, en la historiografía hispana, tuvo su máximo exponente en las Fontes Hispaniae Antiquae.