El reconocimiento de la literatura infantil como una manifestación artística plena y autónoma, diferenciada de la literatura adulta, es relativamente reciente. Y este reconocimiento se debe, entre otras causas, al papel que jugaron las primeras autoras que fueron fijando las obras que debían formar parten del canon de la literatura infantil a través de sus ensayos historiográficos.
El primer tímido intento de recopilación se lo debemos a Carmen Conde, quien en enero de 1945 traza en la Estafeta Literaria una primera historia de la literatura infantil al proponernos una breve relación de obras y autores.
Posteriormente Carolina Toral Peñaranda publica en 1957 su obra Literatura infantil española (Apuntes para su historia), en el que trataba de sentar las bases sobre las que debía erigirse la futura historia de la literatura infantil.
Pero será sin duda Carmen Bravo Villasante la que establezca definitivamente la existencia de la literatura infantil en España, para lo que elabora un exhaustivo panorama de su evolución histórica. Su proyecto historiográfico fue muy ambicioso, pues sus intereses abarcaron también la literatura infantil iberoamericana y la mundial.
Tras estudiar otras producciones historiográficas elaboradas por mujeres, este análisis se cierra con el caso singular de la propuesta de Ana Garralón. Su Historia portátil de la literatura infantil plantea un panorama historiográfico muy personal que goza de cierto éxito editorial, lo que evidencian las distintas ediciones que ha tenido el libro desde su publicación en 2001.