La plétora de obras narrativas en español en los últimos treinta años con técnicas fragmentarias, reticulares o “fractales”, no pocas de ellas escritas por algunos de los más importantes autores y novelistas, obliga a buscar una explicación de esta proliferación y diversidad de estrategias literarias. Aunque la estructura fragmentaria no es una novedad, sino una tradición, es obvio y demostrable que el número de obras fragmentarias se ha incrementado exponencialmente en las últimas décadas, y ese hecho precisa de un profundo análisis. Criticada esta práctica a finales de los años 90 por algunos críticos españoles relevantes, y con renuentes contemporáneos, tras el análisis que va a realizarse en este texto parece razonable pensar que el número e importancia de los escritores fragmentarios –ocasional o sistemáticamente– invita a una validación más general y estable de estas estrategias narrativas.