La venta al Estado Francés y posterior exposición de las pertenencias de Guy Debord –celosamente ordenadas y conservadas en vida por él–, reclamándolas como Tesoro Nacional y vetando su salida del país, cuestiona la actualidad y la posibilidad de reactivación de un legado que traiciona la voluntad de su origen, por el contenido y por la persona del polémico pensador. En este cuestionamiento se inquiere no sólo la vigencia de una obra, sino una comprensión del mundo a partir de ella y la evolución de un tiempo marcado por el neoliberalismo sin que nada escape a su orden. Observando el proceso de adquisición y comisariado de la muestra, con el título "Guy Debord: un art de la guerre", consideramos que no es posible mantener ya la confrontación de lo positivo contra lo negativo en ese más amplio diagnóstico para nuestro tiempo. A partir de una genealogía que trata de aclarar además cuestiones no muy conocidas de la Internacional Situacionista, concretamos otra línea subyacente, que apartaría la cuestión de la importancia del legado de Debord, y la traición o no al mismo para, a partir de él, posicionarnos en las emergencias que hoy trazarían otras claves para pensar nuestro tiempo y que no excluirían las de la IS ni las del propio trabajo de Debord. Otra genealogía paralela, desde el Marx que no habla de la ciudad pero constituye un brazo articulador del siglo XX, hacia las distintas líneas derivadas por las evoluciones marxianas que sí se preocupan por la cuestión urbana, ofrecerá un esbozo reflexivo y alternativo a lo político. Lo político, tal y como se observa en el enfrentamiento Debord-Estado mantenido en el proceso de elevación a Tesoro Nacional de su legado y la forma en que la exposición cínicamente mantiene esa dualidad positivo contra negativo, mutará hacia una apuesta por una definición de noopolítica, para la acción arquitectónica en la ciudad, desde la que refundar las diferencias que abrirían otros mundos posibles –como diría Lefebvre– para el presente.