¡Publicar, publicar, publicar! No es el simple y pegadizo
estribillo de la canción que más suena en los círculos científicos y campus académicos de todo el mundo sino la sentencia que obliga a todos
los científicos a bailar a su son (Fernández Cano 2021). ¡Hay de aquel
que no lo haga!, su condena será inapelable: publish or perish (publica o
muere). Desde hace años, a los científicos se nos juzga por lo que publicamos, mejor dicho, por el lugar en el que publicamos. El «sistema»
exige medir su rendimiento en productos palpables (artículos, libros…),
mercancías con valores constantes y sonantes (citas). La bolsa donde
cotizan estos valores son los rankings que ordenan las revistas por índices de impacto, los autores por sus índices h et alii y las universidades
por un reguero de indicadores bibliométricos basados en artículos en
revistas bien posicionadas y citas.