El deseo de historización que convocaba Lavin
en el artículo de 1999 no se cumplió. La
confluencia de antologías que analizaba muy al
contrario, podría casi leerse hoy como el canto
del cisne de un género que, proveniente de
una tradición ya entonces larga, acabaría por
quedar prácticamente yermo1
.
Su publicación en ese año se produce
en un hiato, en un momento de giro de
los acontecimientos en la historia de la
arquitectura y no sólo por el cambio de milenio,
al fin y al cabo, mera coincidencia matemática.
Su posición en el timeline equidista y balancea
dos puntos mucho más relevantes en el desarrollo de nuestro inmediato pasado