Las exposiciones no son eventos autónomos ni homogéneos, al contrario, su desarrollo constituye la trama de una historia discontinua, el
espejo de una sociedad en evolución que experimenta sus reglas y sus paradigmas, mostrándolos a la sociedad. A través de cartografía
y bibliografía específica, además de las experiencias personales de los autores, se analizan los eventos de Hannover (2000) que marca el comienzo de las exposiciones del presente siglo, Shanghái (2010), y Milán (2015) para comprender los efectos que los eventos expositivos tienen sobre la transformación de la ciudad y del territorio, en un momento en el cual existe una renovada preocupación sobre el devenir de las ciudades, sometidas a grandes tensiones y exigencias. Los terrenos destinados a estos eventos son un eslabón para unir fragmentos dispersos preexistentes o para crear nuevas centralidades, siempre con el resultado de aumentar la huella metropolitana gracias a las ingentes inversiones que las exposiciones catalizan. Las políticas y estrategias empleadas han ido variando en las últimas décadas incluyendo aspectos relacionados con la sostenibilidad y la resiliencia, pero los resultados no parecen ofrecer indicios que ningún gran evento haya sido capaz de resolver satisfactoriamente los problemas de la fragilidad frente a las presiones urbanas, en el límite entre naturaleza y espacio construido, ni la dicotomía permanente–temporáneo que alcanzan una relevancia clave en la planificación de los eventos.