La disciplina y profesión de Trabajo Social se enfrenta a los desafíos vertiginosos con un bagaje teórico interdisciplinar consolidado. Siempre ha estado permeada por otros saberes, por dominios que aparecen en la frontera de su propio conocimiento. Esto ha configurado una identidad científica voluble que mira sobretodo al conocimiento experiencial como sustento en el que se busca y pretende validar quienes son los trabajadores sociales y qué valor añadido ofrecen frente a otras disciplinas. La esfera profesional ha ejercido una fuerza centrípeta sobre el ámbito investigador y académico del Trabajo Social. Desde el ámbito académico se viene desarrollando y consolidando un cuerpo teórico propio, construyendo así sus propios paradigmas, enfoques y modelos teóricos que, siempre ha estado muy influenciado por disciplinas afines. Quizás por esta influencia, que en ocasiones se ha considerado como una cierta supremacía de otras disciplinas, la disciplina de Trabajo Social ha reivindicado desligarse de cualquier dependencia epistemológica. Desde esta inercia se incide en poner fronteras, no solo en lo teórico sino también en la parte profesional, estableciendo como debe ser el trabajador social quien deba ocuparse de según qué desempeño en función a su conocimiento. Sin embargo, los tiempos que corren se busca más que nunca transcender los límites del conocimiento y de los objetos de estudio, romper con los límites establecidos para, desde la incertidumbre que genera estar en terreno de nadie, poder alcanzar una mirada transdisciplinar sobre los objetos de estudio, dando lugar al pensamiento divergente y al alcance de ideas nuevas. Es ahí donde el Trabajo Social ha sabido manejarse bien desde sus comienzos epistemológicos y ontológicos y, sin embargo, es de lo que huye actualmente esta disciplina y profesión.