No es común analizar la ciudad y la arquitectura contemporáneas desde la noción de «sueño» y, sin embargo, un rastreo minucioso detecta en la historia de la arquitectura toda una batería de síntomas no metafóricos del sueño, compartiendo escenario con la acción del neoliberalismo que induce en las sociedades deseos como lo ha hecho en la historia la religión. Los humanos, que comparten ese escenario con otros seres, no humanos, se vuelven dóciles y sus problemas no se derivan de sus actitudes, sino que, a su vez, tienen «vida» propia, intratables. El artículo, para expresar cómo se convierte la arquitectura en pastor del imaginario colectivo, esgrime que los arquitectos ya no son ni demiurgos ni marionetas, como decía Lefebvre. Son pastores de esta religión de sueños individuales soñados por la ciudad que, a su vez, sueña, como forma de vida autónoma, la forma de vida de sus moradores.