El Barranco de Víznar y el cementerio de Granada son dos espacios contrapuestos de intenso sentido y carga emocional. Los dos espacios son actualmente lugares fuertes de la memoria porque los dos representan los escenarios donde concurren el recuerdo de las familias de los que allí reposan con un entorno que posee una amplia carga ideológica. Sin embargo esto no siempre fue así. Mientras que el patio situado en el cementerio de Granada conserva desde sus orígenes toda la parafernalia ideológica recurrente del régimen del dictador Franco, con la sentencia que lo preside: "Aquí yacen los caídos por Dios y por la Patria", y cumpliendo también la doble función de monumento a los caídos, erigido como lugar de memoria de los vencedores, el Barranco de Viznar es un espacio creado por esos mismos vencedores, con otros propósitos.
Los olvidados de Granada, entre otros, son los que yacen en el entorno del Barranco de Víznar y que desde los primeros días de la Guerra Civil fueron cayendo asesinados por los golpistas en esos parajes, en todos los casos sin juicio previo. Este lugar, que una vez finalizada la guerra debía quedar en el olvido y del que se debían borrar sus rastros, fue condenado a la desmemoria por el mismo régimen y los asesinos que participaron en tan desafortunados hechos.
Con el tiempo, sin embargo, se ha producido una inversión entre los espacios de la memoria y los espacios del olvido. Con los años hemos podido comprobar que los familiares de represaliados mantuvieron vivamente el recuerdo de sus parientes asesinados, y sus lugares poco a poco resurgieron en la memoria no sólo de los familiares sino también de la colectividad, mientras que el lugar creado por et régimen franquista para recuerdo de los suyos está desapareciendo. Hoy perviven gracias al olvido de la Ley de la Memoria Histórica (Ley 52/2007 de 26 de Diciembre).