Se presenta en este capítulo una sesión práctica de dramatización, diseñada para llevarla cabo en un formato on-line, más concretamente está pensada para el tiempo vivido durante la pandemia por COVID-19. La propuesta es un reto dado que el formato impide llegar al conocimiento sensorial que posibilita la mirada y el contacto directo, casi imprescindible en un taller de dramatización. Defiendo que la práctica de dramatización puede llegar a ser una práctica de educación integral de la persona al trabajar la mente, el cuerpo y el corazón (las 3 C). Se propone trabajar la conducta humana, saliendo de la perspectiva narcisista para ubicarnos en el otro. Este trabajo se asocia a uno de carácter formativo y/o terapéutico, acudiendo a la metodología del teatro del Oprimido de Augusto Boal. Se parte de lo conocido y vivido para llegar a un nivel más alto de pensamiento y reflexión, se transforma la experiencia en saber, y todo ello en una práctica teatral donde se ponen en juego las competencias emocionales y cognitivas de los intervinientes en el taller.
La creatividad se trabaja a través de juegos de percepción, juegos motores expresivos y de imitación, procurando un ambiente libre de ansiedades. Es importante que la dramatización anime a la formación de un grupo o elenco teatral donde reine la cooperación y la cohesión grupal. De ahí que la dramatización se convierta en un espacio formativo de índole social.
Se trabajarán asimismo la escucha, la empatía, la confianza y el compromiso hacia uno mismo y hacia el grupo. Se trabajará la creación imágenes corporales que nos ayuden a comprender aquello que sucede en este espacio creativo.
La propuesta se concreta con las actividades que se llevarán a cabo y que finalizará con la dramatización del álbum ilustrado El regalo de Gabriela Keselman & Pep Monserrat (2019).