Al reflexionar sobre la reciente evolución del teletrabajo en España, debemos destacar el significativo descenso en el teletrabajo experimentado en el segundo semestre de 2021. Después se ha dado una cierta estabilización hasta el primer semestre de 2023 que nos sitúa, de cualquier forma, en una tasa inferior al promedio de la Unión Europea. Es decir, al pasar el confinamiento por el COVID-19 los trabajadores volvieron masivamente a la oficina, salvo determinadas excepciones. Vuelven entonces a presentarse con fuerza los rasgos de una España tradicionalista en su concepto de la empresa y el trabajo. Estas circunstancias preocupan por dos importantes motivos: la sostenibilidad y capacidad de ahorro energético (asociadas al teletrabajo) y su demostrada capacidad para mejorar la productividad laboral. A pesas de los evidentes beneficios España parece resistirse al modelo europeo ¿Cuáles son las causas de tan lenta transición al teletrabajo? Tras revisar los datos (OCDE, Eurostat, EPA) y la literatura destacan los siguientes aspectos: (1) Una cultura tradicionalista y presencial que la da importancia a la convivencia de los empleados en un espacio físico; (2) La alta proporción de la mano de obra en edades avanzadas y con notorias deficiencias en formación en TICs; (3) La escasa presencia de grandes organizaciones del sector privado, que facilitan el desarrollo tecnológico y el teletrabajo. Debemos, por lo tanto, dinamizar esta transición hacia un destino ineludible y que además potenciará la “vía verde” y una mayor productividad laboral.