Los fastos contribuyeron durante la Edad Moderna a forjar la identidad cristiana frente al musulmán. La intención de diferenciarse del «moro» tendría su origen en la conquista de al-Andalus y sería impulsada por la necesidad de dotar de unidad e identidad a los reinos cristianos. Teniendo en cuenta la distancia temporal entre la conquista de Sevilla por Fernando III (1248) y las fiestas en dicha ciudad por la canonización del rey (1671), cabría considerar que la imagen del moro en el aparato efímero levantado en su honor en la catedral hispalense es una FAKE VIEW. Se trata de una imagen híbrida y estereotipada entre el moro y el turco. Siendo el Gran Turco el verdadero peligro en la Europa de aquellos siglos, no es de extrañar que fueran sus símbolos más representativos los que acabaran generando unos estereotipos que, en un complejo proceso, han llegado incluso a los fastos de hoy.