Una de las críticas más sostenidas a los procesos digitales es la alta inestabilidad de algunos de sus repositorios, que pueden producir el olvido digital y la consiguiente pérdida de la “memoria del recuerdo” (Manfred Osten, 2008), con profundos daños para el archivo cultural (Groys, 2005). A ello se suman la perentoriedad y posible desaparición de los perfiles, tanto reales, como imaginarios o sostenidos por avatares (Escandell, 2014), como bots literarios, cuya pérdida hace ilegibles algunos proyectos literarios en red, por eclipsarse con ellos no sólo el texto, sino también la programación de la que en algunos supuestos trae causa (Morales Sánchez, 2018). Frente a este problema, relacionado con los de ecdótica tradicional, se propone el investigador literario debe generar sus propias réplicas del archivo cultural, lo que produce un problema añadido: la imposibilidad, en ciertos casos, de confrontar los originales con los archivos salvados.