El final del siglo XVI es un periodo relevante para la historia del teatro español al ser una época de experimentación dramática. Según Rinaldo Froldi, la crisis de los ideales del Renacimiento favoreció el ensayo de diferentes fórmulas teatrales que se afanaban en buscar un público. Una de ellas es la denominada «tragedia del horror», emparentada con la poética senequista y que pone en escena una sucesión de hechos violentos. En opinión de Alfredo Hermenegildo, estas obras ofrecen críticas veladas a las políticas del reinado de Felipe II.
Un ejemplo paradigmático de este teatro es la bilogía de El príncipe tirano, compuesta por el dramaturgo sevillano Juan de la Cueva e integrada por una «comedia» y una «tragedia», denominaciones más motivadas por el final alegre o desdichado que por la perspectiva dramática de la pieza. El conjunto puede considerarse una pequeña distopía al presentarnos la historia de Licímaco, tirano del ficticio reino de Colcos, en el que impone un régimen de terror: asesinatos, sacrilegios y torturas son la nota dominante de su mandato.
El objetivo de la comunicación es dilucidar las estrategias de índole escénica y discursiva que pone en marcha Cueva para construir este espacio del horror. El trabajo se basará fundamentalmente en las propuestas que para el estudio de la espacialidad del drama del Quinientos concibió el mencionado Hermenegildo, complementadas con las aportaciones de Javier Rubiera, más centradas en el teatro del XVII pero útiles para el siglo anterior. Mediante el estudio de las didascalias, se abordará cómo el espacio escénico y el diálogo se ponen al servicio de la siempre espinosa representación de la violencia: hechos representados frente a hechos relatados, escenificación en espacio visible o no visible, posible uso de máquinas para la espectacularidad o empleo de alegorías escénicas que suavizan la violencia, entre otros aspectos.