El humanismo es una inclinación que ha hecho acto de presencia en la literatura contemporánea. Ha sido bien acogida y aceptada por amplios sectores del pensamiento, que la han convertido en asunto central de los debates intelectuales de humanidades.
Esta postura llega a los tiempos contemporáneos y viene muy cargada de ideas de tono político que conduce a polémicas y enfrentamientos divergentes, convergentes, aunque inconclusos. Pues, la amplitud y la complejidad del humanismo son tan inconmensurables como la totalidad del conocimiento humano. En suma, el humanismo corresponde a todos los conocimientos sobre el ser humano, y esto por sí mismo incluye aquellas materias que aluden a los humanos en todos sus aspectos. Cuando se advirtió esta ontología de un modo disciplinario fue con el llamado humanismo renacentista. Luego vino el cosmopolitismo que tomó el saber en esa época. Actualmente la especialización hace que el humanismo pierda fuerza y que se convierta en un muestrario de saberes, que se desdicen los unos a los otros haciéndose cada vez más difícil su unidad como sistema. Los estudios actuales rechazan la posibilidad de esta unificación de contenidos. Pero si no hay unión, hay al menos debate; y en todo esto está ahora en saber hacer, que se puede dilatar hasta lo interminable. Ya aconteció este debate en la escuela filosófica de Atenas y asimismo sigue sucediendo, aunque a una escala mundial. De ello habla Ursula K. Le Guin como buena representante del humanismo actual.
Si el humanismo es la búsqueda del ser humano en su esencia, las motivaciones que saca a relucir el feminismo son asuntos que exigen análisis educativos y sociales profundos. Los pasos avanzan hacia adelante y ya se ve que mucho que parecía ficción y utópico está funcionando.