El continuo aumento del tráfico en las redes móviles, debido a la adopción masiva de dispositivos que requieren conectividad de banda ancha, ha dado lugar a una infraestructura amplia y compleja, cuya gestión supone un importante reto para los operadores. Aunque la llegada de las nuevas generaciones (4G o 5G) de estándares de comunicaciones celulares incorpora una serie de innovaciones para abordar esta tarea, como la propuesta de gestión automática o las redes autogestionadas (SON); los sistemas de operación y gestión actuales siguen careciendo de la flexibilidad suficiente para maximizar su eficiencia hasta el nivel de calidad requerido.
Por un lado, hay situaciones contextuales en las que, desde el punto de vista de la red, una zona determinada está bien cubierta, pero los usuarios de aplicaciones específicas pueden experimentar una experiencia de servicio no satisfactoria. Esta calidad de experiencia (QoE) resultante, de cuya importancia los operadores de red son muy conscientes, no ha sido posible incorporarla hasta ahora a nivel de gestión.
Por otra parte, la propia naturaleza dinámica social de los usuarios hace que el tráfico pueda fluctuar muy repentinamente en un lugar, como por ejemplo durante un atasco o un evento multitudinario. En este caso, las redes celulares no son capaces de anticipar o gestionar correctamente los recursos disponibles para ellos, y en muchas ocasiones se producen fallos o se ofrece una calidad inadecuada. Estos efectos no deseados se deben en parte a la falta de un sistema que incorpore la localización de forma nativa. Además, existen emplazamientos, especialmente en interiores, que actualmente no son rentables para dar cobertura a pesar de las concentraciones de personas que albergan. Esta situación se produce porque su mantenimiento requeriría un coste muy elevado y un gran despliegue, y su uso sería intermitente, con el consiguiente desperdicio de recursos.