A lo largo de los siglos bajomedievales diversas ciudades castellanas se fueron dotando de una identidad colectiva que marcó su papel como agentes políticos. Un proceso en el que la concesión, mantenimiento y defensa de sus privilegios fiscales tuvo un
papel central. En este trabajo abordaremos la compleja interrelación entre privilegio fiscal e identidad urbana a través del estudio de tres ciudades —Toledo, Sevilla y Murcia— que gozaron de un estatuto ya reconocido como excepcional por sus contemporáneos.