La teoría de la educación es, como todo tipo de conocimiento educativo, en contexto, contingente pero no relativista moralmente; tiene su razón de ser en sí y está enmarcada en un entorno sociohistórico que le da sentido. Por eso es importante partir de dos consideraciones epistemológicas en nuestras reflexiones pedagógicas: (i) que no hay ciencia sin abstracción y (ii) que sin lo que podemos llamar ciencia básica no hay aplicación posible. Partir de aquí significa dotar de valor en sí mismo al conocimiento teórico, puesto que no necesita ser útil en términos mercantiles para demostrar su aportación social y educativa. El conocimiento teórico constituye el pegamento de la acción educativa, el sustrato sobre el que crece, la dialéctica desde la que se construye (Vila y Sierra, en prensa).