Durante las casi tres décadas que separan el segundo consulado de Pompeyo, en el año 55, del nombramiento del joven César como Augusto, en el año 27 a.C., Hispania conoció una serie de cambios de carácter político y administrativo verdaderamente decisivos, al mismo tiempo que la República romana transitaba por el camino que la llevaría a convertirse en una suerte de monarquía dominada por el princeps. Atendiendo a las circunstancias políticas que precipitaron tal desenlace, centraremos nuestra atención en el desarrollo administrativo e institucional de la Hispania romana –sin perder nunca de vista el conjunto del Imperio– con el propósito de determinar el impacto que esos cambios causaron en el entramado provincial peninsular y su posible recorrido en época del Principado