Actualmente estamos enfrentándonos a la mayor pandemia desde hace un siglo. El Covid19, un virus surgido en Wuhan (China) a finales de 2019 y que en pocos meses se ha ido extendiendo a lo largo de todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud, el 11 de marzo de 2020, declaraba el coronavirus como pandemia que por sus niveles de propagación y gravedad pronto afectaría a la población mundial.
En pocos meses, esta pandemia se ha convertido en un gran desafío a todos los niveles: sanitario, económico, geopolítico, entre otros, pero también en el ámbito comunicativo.
La comunicación es un pilar fundamental ante cualquier tipo de emergencia o catástrofe: pandemias, desastres naturales, atentados terroristas, accidentes masivos, contaminación medioambiental u otro tipo de incidente que ponga en riesgo la vida de la población.
La comunicación es un componente clave en la planificación, respuesta y recuperación de emergencias y catástrofes. Una comunicación de crisis efectiva tiene por objetivo, entre otras funciones, prevenirla o al menos minimizar su impacto. De lo contrario, una comunicación de crisis poco efectiva puede causar efectos peores. Es decir, que se comunique durante una crisis no significa necesariamente que mejore la situación, sino es más en algunos casos la situación puede incluso empeorar.
Sin embargo, con la irrupción de las redes sociales en el panorama comunicativo ha cambiado sustancialmente la comunicación de crisis. Es decir, la comunicación de crisis de hace veinte años se ha quedado ya obsoleta y, por lo tanto, se tiene que adaptar a las nuevas formas de comunicar. Es decir, antes en el panorama mediático los medios de comunicación tradicionales (radio, televisión y prensa escrita), sólo interactuaban con unos usuarios pasivos y que actuaban de meros consumidores de contenidos.