A lo largo de mi investigación he podido observar las características generales de Jorge Loring Oyarzábal, esas que no lo hacen singular sino un buen burgués de su tiempo. Una de ellas es la tendencia a adoptar costumbres aristocráticas. Los cuatro duelos violentos que afectaron a la vida de Jorge Loring, y las prácticas caritativas están asociadas a los valores del Antiguo Régimen. Loring contribuye a la Málaga actual con su aportación al patrimonio cultural; concretamente con el Jardín Botánico de La Concepción y los monumentos arqueológicos del Museo de la Aduana y en el Arqueológico Nacional. Siguió el modelo aristocrático ilustrado dieciochesco, sin olvidar el principio de rentabilidad de todas sus empresas. La familia Loring construyó su “casa de comercio” como todos los oligarcas malagueños. En el aspecto político, última de las características comunes estudiadas, coincide sustancialmente con las del “diputado medio” de su época.
Pero son sus contradicciones las que enriquecen el análisis del protagonista y lo singularizan. Loring compartió la universalidad de la regla burguesa de justicia de mérito, aunque no dudó en usar su boda para capitalizarse. Loring continuó la práctica prestamista de su padre, siendo un liberal convencido de las ventajas “del progreso” bancario. También desde su delegación filipina traficó con chinos, en contradicción con su imagen religiosa. Jorge Loring no fue un importante especulador inmobiliario, aunque su actuación en la “Posada de la Corona” fue un ejemplo de actividad especulativa. Muchos políticos coparon asientos en los consejos de administración de los ferrocarriles, completando el entramado entre poder económico y político. Jorge Loring no fue un “político a la fuerza” sino que, desde su primera elección, ejerció como “político por interés”. Loring, en los cincuenta, emprendió una “irresistible ascensión”, gracias a la capitalización generada por una buena boda que le dio seguridad y poder.