Pedro López Calderón fue un pintor novohispano activo entre las dos últimas décadas del siglo XVII y el primer tercio de la siguiente centuria. Su trabajo había sido muy poco atendido hasta la fecha, en que recientes estudios lo están recuperando y empezando a dar a conocer1. La catalogación y el estudio general de su producción, nunca antes realizado, nos ha permitido examinar su trabajo con una nueva perspectiva y emitir, con ello, nuevos juicios de valor sobre el mismo.
En lo relativo al estilo, la tradición historiográfica ha tendido a considerarlo como un copista de mérito mediano, pero las aproximaciones más recientes han comenzado a advertir unos rasgos muy particulares que caracterizan e individualizan su trabajo. La sencillez en sus esquemas compositivos, la inclusión de elementos anecdóticos (entre el capricho y lo didáctico), la sobredimensión de sus cartelas, o el alargamiento o distorsión anatómica de unos personajes de rostros “feos” han sido alguno de los aspectos señalados.
Reflexionaremos sobre el alcance de estas afirmaciones y trataremos de aportar una nueva interpretación a partir de determinados puntos clave. En primer lugar, la propia identidad de un artista de biografía aún misteriosa. Su desarrollo vital y profesional transita entre dos siglos y dos regiones bien diferenciadas, sumándose a un proceso de profundas trasformaciones que fue generalizado en la pintura de su contexto. En segundo lugar, a partir del peculiar conjunto de referencias con el que se identifica su trabajo, que abarca tanto las prácticas artísticas y sociales de actualidad en sus días como un anacrónico y decidido manejo de fuentes gráficas flamencas de la centuria anterior.