El neologismo como señal de la vitalidad de las lenguas es un fenómeno propio de todas las épocas y, en consecuencia, su presencia en los diccionarios es inevitable. En esta ocasión nos proponemos observar el comportamiento de Nebrija ante tales voces. Sabemos que el neologismo como producto y la neología como proceso no han sido considerados de igual manera siempre. De hecho, en el siglo XVIII, la actitud ante los neologismos, como se sabe, es muy negativa. Hoy gracias a la globalización se producen trasvases de unas lenguas a otras que suponen un incremento de vocabulario nuevo digno de tener en cuenta y de analizar. Sin embargo, las novedades lingüísticas no son solo producto del mundo globalizado que vivimos, sino que se han dado siempre, adaptándose a las circunstancias sociales, políticas y culturales de cada época para formar parte de las lenguas tal como las conocemos actualmente.
El diccionario se convierte en una fuente esencial al mostrar la realidad social a través de las palabras. En ese sentido Nebrija, como autor del primer diccionario con el que cuenta nuestra lengua, un diccionario bilingüe concebido desde el español, el Vocabulario español-latino publicado en 1495, es testigo de excepción a la hora de dar cuenta de los neologismos que se están acuñando.