Arcos, altares y catafalcos, construcciones efímeras realizadas con materiales perecederos que se disponían en los espacios urbanos y sagrados en los días de fiesta en el Barroco, se aderezaban con elementos alegóricos que transmitían valores, fijaban en la memoria hechos acontecidos, difundían doctrinas o exaltaban a la persona homenajeada. Estos exornos simbólicos estaban conformados por esculturas, pinturas, figuras recortadas y poemas, aunque la composición más destacada eran los jeroglíficos, recursos didácticos y propagandísticos de carácter verbovisual. Frente a éstos, que tenían un componente erudito se encontraban “las enigmas”, acertijos para entretener a la concurrencia. Para la ejecución de ambas composiciones los mentores se valían de libros de emblemas o empresas, que pueden ser rastreados en las Relaciones, publicaciones que trasladaban al lector lo vivido durante las jornadas festivas y ayudaban a desentrañar el contenido simbólico de las decoraciones.