Antecedentes. Aunque la obesidad aparece frecuentemente asociada al desarrollo de enfermedades metabólicas, también existen sujetos obesos sin alteraciones metabólicas. La inflamación de bajo grado se ha propuesto como uno de los responsables del desarrollo de dichas enfermedades así como un tejido adiposo (TA) disfuncional con una capacidad de almacenamiento energético limitada. Los lipopolisacáridos (LPS) procedentes de bacterias Gram negativas de la microbiota intestinal se han postulado como uno de los desencadenantes de dicha inflamación. Comidas ricas en grasa favorecen la translocación de los LPS desde el lumen intestinal hacia la circulación en individuos delgados sanos, probablemente debido a que los LPS se asocian a las partículas de quilomicrones. Las concentraciones elevadas de LPS circulantes en ausencia de infección, que se relacionan con los desórdenes metabólicos y son dependientes de la composición de la dieta, es lo que se conoce como endotoxemia metabólica. En modelos animales la endotoxemia metabólica se asocia a una menor expresión de genes lipogénicos y adipogénicos en TA. Sin embargo, aun no se ha comprobado si estos fenómenos ocurren en pacientes obesos. Por otro lado, intervenciones que mejoran el estado metabólico como el consumo de vino tinto (el cual tiene además un efecto prebiótico), o la cirugía bariátrica (que consigue una mejora metabólica a corto plazo independiente a la pérdida de peso), podrían deber su efecto, al menos en parte, a una modificación en los niveles de LPS.