En la sociedad del Antiguo Régimen, caracterizada por fuertes contrastes y desequilibrios en todos sus ámbitos ‒social, económico, político, educativo...‒, la vida cotidiana apenas presentaba alternativas o vías de escape para una importante mayoría de la población. De ahí que cualquier manifestación que mitigara, aunque solo fuera por breves instantes, las preocupaciones y sinsabores diarios solía ser acogida con entusiasmo y alborozo. En este sentido, las fiestas y diversiones constituían la oportunidad idónea para la evasión. Sin embargo, esa es solo una de sus facetas. Más reveladora y certera resulta su cualidad de instrumento de control social y definición ideológica del poder establecido. La celebración de la conquista malagueña se erige en excelente ejemplo de dicha combinación. Los cabildos municipal y catedralicio de la ciudad aunarán esfuerzos para dotar a la conmemoración del máximo esplendor con ese objeto, vertebrándose sus facetas religiosa y laica en torno a la procesión y los regocijos taurinos, respectivamente.