Tras un estudio sobre la relación de las ciencias con el dibujo a lo largo de la Historia, así como de la evolución de los lenguajes utilizados para su representación, se pretende usar las mismas herramientas utilizadas en la ilustración científica tradicional para ilustrar un concepto pseudocientífico dándole una apariencia de realidad. De esta forma, usando un procedimiento que históricamente ha dado validez científica a las imágenes para representar un imaginario inventado se pretende jugar con las dualidades de lo orgánico y lo inorgánico, lo vivo y lo inerte, lo real y lo irreal. A pesar del aspecto fantástico de los elementos representados, estos parten de una interpretación más o menos libre de ciertos preceptos biológicos.
Desde cierta perspectiva, somos un conglomerado superpoblado por comunidades de microrganismos, hasta el punto de que por cada célula humana existen 10 células microbianas. Esto ha llevado a la concepción, por parte de algunos autores, del cuerpo humano como un supra-organismo, formado por un componente humano y otro microbiano.
Estos microorganismos usualmente viven en una relación de simbiosis con nosotros, beneficiándose pero a la vez otorgándonos beneficios, por ejemplo, ejerciendo un papel fundamental como barrera de defensa frente a organismos patógenos. Así, partiendo de la idea de que los microorganismos son los habitantes de un sistema denominado “cuerpo humano” podemos concebir nuestro cuerpo como un planeta en el que cada parte es un territorio que posee, entre otros, una geografía, unas condiciones climáticas y una flora y fauna únicas.
Partiendo de esta premisa se realizan una serie de grabados coloreados a mano a modo de las antiguas ilustraciones científicas de unos elementos provenientes de la fusión de microorganismos con organismos vegetales para poner en relevancia la existencia de un ecosistema microbiano y propiciar la reflexión acerca de su función y su importancia.