Actualmente, el barrio de La Trinidad está muy degradado, a nivel social y ambiental. Las viviendas han
desaparecido, ahora ya sólo hay solares. Existe un vacío rodeado por una barrera edificatoria de gran altura que
aísla el barrio del resto de la ciudad, a pesar de estar situado a escasos minutos del centro histórico.
Cabe destacar el valor tipológico del corralón como forma de habitar tradicional de esta zona y asumida en la
memoria colectiva de sus vecinos. Los valores de convivencia y el sentido de pertenencia que proporcionaba el
corralón son interesantes de preservar para mejorar las condiciones de vida comunitaria y de respeto en la
propuesta.
La revitalización de esta zona se basa en dos premisas fundamentales: la recuperación de la trama de la ciudad y
la recuperación de los valores sociales del barrio, característicos de la zona desde siempre.
A la hora de recuperar el trazado se tiene en cuenta el trazado histórico, pero sin perder de vista la escala y el
paisaje urbano. Para ello, se recuperan las trazas de las calles y se construyen las fachadas, retomando la
percepción espacial urbana. También se crean los vacíos interiores y patios, quedando un elemento pieza-crujía
que genera el sistema que se repite a lo largo de toda la actuación. Estas piezas se cosen y conectan los edificios
existentes. Estas piezas se apilan adaptándose a la “topografía” del barrio.
Teniendo en cuenta las nuevas formas de vida no se puede trasladar directamente el modelo de corralón a la
propuesta, así que se buscan nuevos sistemas de ocupación que responden a las actuales necesidades de
encuentro y compromiso social.
El barrio históricamente ha sido un híbrido entre viviendas, talleres, calle y locales, donde las posibilidades de
encuentro, convivencia y estar eran múltiples y que está en continua transformación. Trasladando este concepto a
la intervención, se proyecta una serie de espacios continuos a modo de infraestructuras habitadas (las piezas
crujía) que se disponen en planta baja recuperando las alineaciones del barrio. En las plantas superiores, se van
apilando perpendicularmente a las anteriores, cosiéndose a distintas alturas. Este sistema abierto dialoga con la
escala del barrio al apilar más o menos cantidad de plantas. Genera un edificio de mayor orden que, a primera
vista puede parecer ajeno, pero que, al recorrerlo, no deja de sorprender por su cercanía y aproximación al barrio.
Este sistema construye un barrio nuevo sobre las tramas del anterior sin buscar mimetizarse, con capacidad
autónoma pero a la vez recuperando el anterior. Este sistema, genera espacios acordes a la escala del barrio,
crujías en fachada, hermosos patios interiores, calles amables, zaguanes de paso, patios horizontales a otras
alturas, terrazas públicas… En la intersección de las piezas, se vacían los interiores y aparecen los patios de
vecinos, que se convierten en una estancia más de la vivienda, un lugar donde compartir, convivir, estar, un lugar
de paso, de relación, reconocible y personalizable, que genera un sentimiento común de pertenencia, es un
ambiente familiar.
El acabado cerámico ayuda a dar calidez a los espacios y continuidad a las piezas. La celosía cerámica permite
controlar y tamizar la luz, tan abundante en estas latitudes, y aporta un toque cercano con el habitante.
Este sistema, no quedará nunca obsoleto, se comprueba en la propuesta que vale tanto para viviendas como para
equipamientos de barrio, pudiendo evolucionar en un futuro, incluso crecer. Los sistemas constructivos y
estructurales, están pensados desde la idea de apilamiento de espacios aparentemente sin escala, e
independientes, por lo que el sistema crece sin problemas.