Marbella, desde que se conoce su principio incierto hasta el siglo XIX, nunca fue un asentamiento poblacional relevante. Todo indica que nació como puesto fronterizo militar por su situación estratégica en la Cora de Rayya, en los siglos X-XI.
Tras la Reconquista se produjo una repoblación con personas procedentes de otras regiones, y su expansión dio lugar a la creación de dos nuevos asentamientos urbanos entre los siglos XI -XVII, los barrios de San Francisco y el Barrio Nuevo.
La existencia en su territorio de yacimientos mineros de magnetita, unido a la inmensa arboleda existente y al caudal de las aguas de Rio Verde, serán la razón de que en 1830 se establezcan en ella los primeros altos hornos de España; la ferrería” La Concepción” por el riojano Tomás Agustín Heredia y la de “El Ángel”, por el gibraltareño Juan Giró, que convertirán a Marbella en un foco de atracción de mano de obra. Cerrados los altos hornos, la explotación de la minas continuarán a manos de una compañía inglesa que se limitaba a exportar el mineral a Inglaterra. Posteriormente una compañía española de capital bilbaíno continuará con su explotación hasta su cierre definitivo.
La desamortización de Mendizábal (1836-1837) tuvo como resultado en el Sur de España que la mayor parte de las tierras desamortizadas fueran adquiridas por grandes propietarios. Con la Ley sobre Repoblación de Tierras para el fomento de la población rural y el establecimiento de colonias agrícolas de 1855, el Estado, en plena crisis industrial, favoreció el establecimiento de colonias agrícolas. No se trataba tanto de fundar o establecer nuevas poblaciones como de “colonizar” un territorio. En Marbella se crearon dos colonias agrícolas; la colonia de San Pedro Alcántara, propiedad de D. Manuel de la Concha, Marqués del Duero, natural de Ciudad de Córdoba (Argentina), que sería uno de los proyectos más innovadores que tuvo el sector agrario de la Andalucía contemporánea, y la colonia de El Ángel.
En el siglo XX, liquidados los proyectos industrial y agrícola, se entró en un periodo de ostracismo donde la agricultura y la pesca marcaron el modo de vida de la población.
Superados los estragos de la guerra civil española y de la segunda guerra mundial, España se propuso promocionar el sector turístico como sector económico de mayor peso y en 1948 el gobierno aprobó todo un arsenal de medidas para potenciar su desarrollo. Con la integración internacional, el Plan de Estabilización y la devaluación de la peseta, el flujo de visitantes extranjeros cambió sustancialmente y las playas de la Costa del Sol se convirtieron en el epicentro internacional del turismo.
El subdesarrollo de Marbella, unido a la ausencia de industrias y a su potencial paisajístico, ambiental y climático, favorecieron la implantación y el desarrollo de la actividad turística. Un personaje con una amplia visión mercantilista, el salmantino Ricardo Soriano forjó un nuevo pilar económico en la historia de Marbella que tuvo su origen en la creación del establecimiento hotelero “Ventas y Albergues del Rodeo”. Será emulado por su primo el madrileño Alfonso de Hohenloe-Langenburg con la creación del “hotel Marbella Club” y por Norberto Goizueta, con el “hotel Guadalmina” y el concepto “golf urbanización”, en el campo del turismo internacional. En el del turismo nacional, le secundó el estepeño José Luque Manzano con el hotel “El Fuerte”.
La década de los cincuenta fue una época de intensa planificación para el sector turístico, encaminada a terminar con la especulación y a corregir la anarquía urbanística iniciada en la Costa del Sol.
En el periodo 1960-1970 el concepto “Costa del Sol” se acabó circunscribiendo al litoral de Málaga y marcó el despegue definitivo del turismo en Marbella, que pasó a ser el referente del turismo de lujo en la vertiente internacional. La estancia de dos semanas de los Duques de Windsor en el hotel Guadalmina, en el año 1962, unido a la adquisición de una residencia en la misma zona por el ex-presidente de EE.UU Ike Eisenhower, supusieron un espaldarazo definitivo para el desarrollo urbanístico de Marbella.
Con Marbella como destino turístico internacional, la evolución urbanística del suelo continuará caminando de la mano de la inversión foránea. Se produjo una importante ocupación del litoral y de suelos agrícolas por urbanizaciones residenciales y turísticas, que se desarrollaron apoyándose en la CN-340. La especulación del suelo determinaba la planificación, y la determinación del emplazamiento de las nuevas edificaciones y urbanizaciones dependía más de los condicionamientos económicos que de las disponibilidades de terrenos.
Con la llegada del turismo de masas, el golf se desprendió de su carácter elitista y se produjo una expansión de la oferta mundial que fue determinante en la Costa del Sol, convirtiéndose Marbella en el espacio predilecto para ubicar estas instalaciones y en el municipio con más campos de España. El turismo náutico se convirtió también en uno de los segmentos más estratégicos del mercado a partir de 1967, año en el que se inaugura el Puerto José Banús, al que le seguirán los puertos deportivos de Cabopino y la Bajadilla.
Con el objetivo de adaptar el territorio al fuerte incremento demográfico producido, en 1968 se aprobó definitivamente el Plan General de Ordenación Urbana. Pero a pesar de su aprobación la agricultura cedía terrenos para un desarrollo urbano acogido a una indisciplina urbanística consentida.
Tras su llegada a la alcaldía en 1991, Jesús Gil instaló un sistema de corrupción urbanística generalizado que propició un urbanismo a la carta; pero nadie quiso ver ninguna señal de corrupción. Se concedían licencias urbanísticas en función de la libre ocurrencia de los titulares municipales, y como resultado en abril de 2006 la Corporación Municipal fue disuelta.
En 2010 se aprobó un nuevo Plan General de Ordenación Urbanística de Marbella. La motivación del redactor se centró en “regularizar” el caótico escenario existente con más de 17.000 viviendas ilegales, para restablecer la seguridad jurídica y urbanística en la ciudad, haciendo un uso más arbitrario que discrecional en el ejercicio del ius variandi que desemboca en 2015 en la anulación del P.G.O.U. por el Tribunal Supremo.